(De Julia a Carlota)
Querida Carlota:
Perdimos.
Cuando me escribiste, Novio acababa de abrir la puerta del cuarto y al ver su
cara, oscura, casi desvanecerse lo supe de inmediato. No hizo falta tu mensaje.
Novio y yo nos tumbamos en un abrazo llorando, sé que aunque no dijimos nada
los dos nos preguntamos si esto significa que ya no tenemos un país al cual
volver. También estaba preocupada por mi mamá y por todos los que trabajaron
tan duro en esta campaña, ¿cómo estarían sus ánimos?
Siempre
me dije que no me haría ilusiones pero a medida que la campaña fue avanzando, a
medida que me llegaban esas encuestas con número esperanzadores; no pude evitar
pensar en el país al que volvería. En dos o tres años que es más o menos el
tiempo que debemos permanecer aquí, el país seguiría muy mal claro, pero la
reconstrucción estaría en marcha y yo quería formar parte (bueno, quiero formar
parte).
Durante
estos meses soñé mucho con esa posibilidad. Novio y yo siempre hemos discutido
sobre en qué colegio inscribiremos a nuestros hipotéticos futuros hijos. Nunca
hemos mencionado un colegio que no esté en Caracas. En fin, como te decía, soñé
mucho. Soñé con visitar a mi familia los fines de semana (que los extraño a
montones), con almorzar con ustedes, con dar clases en la UCAB luego de terminar mi
postgrado.
Aquí vivimos
bien, con lo justo – aquí hay un dicho que reza que para ser estudiante de
postgrado hay que hacer un voto de pobreza y mentira no es. Salimos de vez en
cuando. No me gusta el frío pero me encanta vestirme para el frío (suena raro,
lo sé), me parece más elegante. Tenemos ciertas comodidades que no teníamos en
Venezuela. Las pizzas son muy baratas y sólo necesito una llave que abre una
puerta de madera cualquiera para entrar en mi casa (compara eso con las 4 llaves
que necesitaba para entrar en la de Caracas). Podemos caminar de noche, si no
hace mucho frío, claro. Estoy consciente de que eso es un lujo. Pero no es
Venezuela.
Mucha
gente piensa que todo lo que está fuera de Venezuela es un paraíso. Eso no es
cierto. No hay paraíso sin queso blanco, malta y ají dulce. Imposible.
He
visto, leído, oído las ruedas de prensa que ha dado Capriles luego de su
derrota. Mi Mi Facebook testimonia el ánimo que ha logrado infundir en mis
amigos. Yo no creía mucho en Capriles, digamos en el sentido de que no me
inspiraba. Pensaba que era el hombre necesario para esta tarea pero no me
inspiraba nada más. Y justo ahora, cuando perdió, su reacción me ha despertado
una admiración por él que no creía tener. Reaccionó exactamente como yo quería
que reaccionara, sentí que es un líder al que vale la pena seguir.
He
tomado – al igual que mi familia – la decisión de seguir. La oposición esperó
muchísimo tiempo por un líder y ahora que lo tenemos, no es momento de echarnos
para atrás. Sé que la situación se va a poner mucho más complicada pero sé
también que si él no se rinde, entonces yo tampoco. No voy a renunciar tan fácilmente
a la idea de tener un país al cual volver y en el que mi familia y amigos,
durante mi ausencia y después, puedan tener una mejor calidad de vida.
Hace
unas semanas compré una bolsa de garbanzos. Tenía miedo de prepararlos porque
me parecía una cosa muy complicada, inaccesible. Unos granos duros que la mayoría
de la gente sólo los compra en lata. Sólo tengo un par de meses cocinando algo
que no sea huevo frito. Los miraba y dejaba pasar la oportunidad. “Mejor hago
la carne molida y después los garbanzos, mejor ahora la pasta…” y así.
Al día
siguiente de las elecciones, hacía mucho frío como para salir a comprar otra
cosa y por fin abrí el paquete. Los dejé en remojo y se me olvidó así que
estuvieron ahí alrededor de veinte y cuatro horas. Quizá por eso no fue tan difícil
cocinarlos. En mi casa de Caracas hacen garbanzos todas las semanas así que
naturalmente, los extrañaba muchísimo. Me quedaron perfectos. Aún con la
notable ausencia de chorizo español que tuve que sustituir por chuleta ahumada,
salchichas y tocineta – sabían a mi casa. A la
casa a la que un día quiero volver.
Es
idiota comparar garbanzos con un país pero así veo a Venezuela a veces, como
una bolsa de garbanzos que no me atrevo a abrir de una vez por toda y
cocinarla, entender cómo funciona, trabajar con eso.
No
pretendo animarte con mi carta, seguro pensarás que soy ingenua porque estoy
viviendo fuera del país en una realidad distinta. No puedo evitar ser vista
bajo ese cristal. Pero espero que tu también consigas tus razones para
levantarte y seguir adelante.
Por sobretodas
las cosas, aunque tu también vayas y vengas, mi mayor esperanza es que nos
tomemos un día alguito en un café de Caracas, en una Venezuela distinta
Te mando un gran abrazo y ya sabes que cualquier cosa que pueda hacer desde acá para ayudar, la haré,
Julia
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Aquí están los famosos garbanzos,
sé que en la olla no se ven muy apetitosos
pero te aseguro que estaban buenos. Pronto los probarás. |