miércoles, 10 de octubre de 2012

Perdimos (e hice garbanzos)

(De Julia a Carlota)

Querida Carlota:

Perdimos. Cuando me escribiste, Novio acababa de abrir la puerta del cuarto y al ver su cara, oscura, casi desvanecerse lo supe de inmediato. No hizo falta tu mensaje. Novio y yo nos tumbamos en un abrazo llorando, sé que aunque no dijimos nada los dos nos preguntamos si esto significa que ya no tenemos un país al cual volver. También estaba preocupada por mi mamá y por todos los que trabajaron tan duro en esta campaña, ¿cómo estarían sus ánimos?

Siempre me dije que no me haría ilusiones pero a medida que la campaña fue avanzando, a medida que me llegaban esas encuestas con número esperanzadores; no pude evitar pensar en el país al que volvería. En dos o tres años que es más o menos el tiempo que debemos permanecer aquí, el país seguiría muy mal claro, pero la reconstrucción estaría en marcha y yo quería formar parte (bueno, quiero formar parte).  

Durante estos meses soñé mucho con esa posibilidad. Novio y yo siempre hemos discutido sobre en qué colegio inscribiremos a nuestros hipotéticos futuros hijos. Nunca hemos mencionado un colegio que no esté en Caracas. En fin, como te decía, soñé mucho. Soñé con visitar a mi familia los fines de semana (que los extraño a montones), con almorzar con ustedes, con dar clases en la UCAB luego de terminar mi postgrado.

Aquí vivimos bien, con lo justo – aquí hay un dicho que reza que para ser estudiante de postgrado hay que hacer un voto de pobreza y mentira no es. Salimos de vez en cuando. No me gusta el frío pero me encanta vestirme para el frío (suena raro, lo sé), me parece más elegante. Tenemos ciertas comodidades que no teníamos en Venezuela. Las pizzas son muy baratas y sólo necesito una llave que abre una puerta de madera cualquiera para entrar en mi casa (compara eso con las 4 llaves que necesitaba para entrar en la de Caracas). Podemos caminar de noche, si no hace mucho frío, claro. Estoy consciente de que eso es un lujo. Pero no es Venezuela.

Mucha gente piensa que todo lo que está fuera de Venezuela es un paraíso. Eso no es cierto. No hay paraíso sin queso blanco, malta y ají dulce. Imposible.

He visto, leído, oído las ruedas de prensa que ha dado Capriles luego de su derrota. Mi Mi Facebook testimonia el ánimo que ha logrado infundir en mis amigos. Yo no creía mucho en Capriles, digamos en el sentido de que no me inspiraba. Pensaba que era el hombre necesario para esta tarea pero no me inspiraba nada más. Y justo ahora, cuando perdió, su reacción me ha despertado una admiración por él que no creía tener. Reaccionó exactamente como yo quería que reaccionara, sentí que es un líder al que vale la pena seguir.

He tomado – al igual que mi familia – la decisión de seguir. La oposición esperó muchísimo tiempo por un líder y ahora que lo tenemos, no es momento de echarnos para atrás. Sé que la situación se va a poner mucho más complicada pero sé también que si él no se rinde, entonces yo tampoco. No voy a renunciar tan fácilmente a la idea de tener un país al cual volver y en el que mi familia y amigos, durante mi ausencia y después, puedan tener una mejor calidad de vida.

Hace unas semanas compré una bolsa de garbanzos. Tenía miedo de prepararlos porque me parecía una cosa muy complicada, inaccesible. Unos granos duros que la mayoría de la gente sólo los compra en lata. Sólo tengo un par de meses cocinando algo que no sea huevo frito. Los miraba y dejaba pasar la oportunidad. “Mejor hago la carne molida y después los garbanzos, mejor ahora la pasta…” y así.

Al día siguiente de las elecciones, hacía mucho frío como para salir a comprar otra cosa y por fin abrí el paquete. Los dejé en remojo y se me olvidó así que estuvieron ahí alrededor de veinte y cuatro horas. Quizá por eso no fue tan difícil cocinarlos. En mi casa de Caracas hacen garbanzos todas las semanas así que naturalmente, los extrañaba muchísimo. Me quedaron perfectos. Aún con la notable ausencia de chorizo español que tuve que sustituir por chuleta ahumada, salchichas y tocineta – sabían a mi casa.   A la casa a la que un día quiero volver.

Es idiota comparar garbanzos con un país pero así veo a Venezuela a veces, como una bolsa de garbanzos que no me atrevo a abrir de una vez por toda y cocinarla, entender cómo funciona, trabajar con eso.

No pretendo animarte con mi carta, seguro pensarás que soy ingenua porque estoy viviendo fuera del país en una realidad distinta. No puedo evitar ser vista bajo ese cristal. Pero espero que tu también consigas tus razones para levantarte y seguir adelante.

Por sobretodas las cosas, aunque tu también vayas y vengas, mi mayor esperanza es que nos tomemos un día alguito en un café de Caracas, en una Venezuela distinta

Te mando un gran abrazo y ya sabes que cualquier cosa que pueda hacer desde acá para ayudar, la haré,

Julia

Aquí están los famosos garbanzos,
sé que en la olla no se ven muy apetitosos
 pero te aseguro que estaban buenos. Pronto los probarás.

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